Lunes 15

¿Alguna vez te has preguntado si Dios realmente cumple lo que promete? la historia misma de la humanidad nos muestra que no se ha alejado de nosotros, aunque en ocasiones parece ser que no es así, así que detente un momento a pensar en lo que este versículo te dice. 

De entrada, hablar de reconocimiento es un término de peso, si reconocer es la acción de identificar o destacar algo o a alguien, el reconocimiento es el sentimiento que motiva tales acciones, y en este sentido, el sentimiento busca expresar agradecimiento, devoción, admiración y un profundo sentido de respeto hacia el que es reconocido. 

Con esto en mente, piensa un momento, ¿cuándo fue la última vez que tú, de manera consciente, tomaste tiempo para dar un reconocimiento a Dios? conocemos las cosas que él hace por nosotros, por ejemplo, te cuida, te bendice, te ayuda, te dirige, y mucho más, pero, ¿por qué lo hace? ¿Qué lo motiva? la respuesta es muy clara en este versículo, porque él es fiel, fiel a su palabra, fiel a sus promesas, y esa fidelidad está fundamentada en un amor incomparable, esto significa que Dios está genuinamente comprometido con nosotros, piénsalo por un segundo, cuando amamos a alguien no nos pesa cumplir nuestras promesas, nos hace felices, y con Dios no es nada distinto, sino que esta realidad se ve potenciada exponencialmente gracias a su fiel amor. 

Este reconocimiento del que hoy empezamos a hablar se trata también de dar honor, dar honra a Dios dándole el lugar que le pertenece solo a él en nuestras prioridades diarias. Pon mucha atención a lo que Deuteronomio nos enseña hoy, pues nos muestra que el Señor también honra a los que lo aman y a los que obedecen sus mandamientos, Dios no busca una fe ciega ni obligada de parte nuestra, sino obediencia fundada en amarlo, así como él no está obligado por nada ni nadie a cumplir su pacto, sino que es motivado por su infinito y fiel amor por nosotros, amor que merece ser correspondido de parte nuestra, reconociéndole como el Dios verdadero, el Dios fiel.